Quisiera poder permanecer suspendido y flotando en el aire cual burbuja, como si se hubiese detenido el tiempo y dejarme llevar por el aire protegido de todo mal en mi burbuja inmortal, mi todo, mi otro yo, mi anhelo y mi infinito. En ella surcaría los 7 mares y me recorrería todos los rincones y callejones que merecen la pena ser visitados, más no tendría problemas de tiempo, espacio, ni de transportes. Mi burbuja es también un balón de oxígeno que en los momentos problemáticos me llena de alegría, agasajándome con fresas (bueno y también con chocolate). Mi burbuja, no se presta, ni se vende, ni se comparte, ni se regala. Es incolora, inodora, invisible, e infinita, porque depende de mi imaginación. Mi burbuja es a la vez mi espacio vital y aumenta o disminuye dependiendo de las circunstancias de sentirme cómodo o incómodo por habérseme invadido mi espacio individual. Mi burbuja la puedo compartir con otras y aumentar el espacio y el confort. Mi burbuja cambia de color y de tonalidad con la luz del Sol y de la Luna y cuando el agua del mar casi acaricia mis pies, dejo que la brisa marina inunde mi habitáculo, como un bálsamo de eterna juventud o de felicidad que todo lo cura. En mi burbuja tienen cabida todos mis sueños y hasta ahora no he dejado de soñar.
Autor:Carlos Díaz.